martes, 31 de julio de 2012

Capítulo IV

En aquellos días yo me sentía fuerte, llena de energía para llevar adelante mis proyectos. Me gustaba a mí misma, tenía seguridad en mi capacidad para hacer cualquier cosa. Sólo me faltaba tener el valor de decirle al hombre que me había acompañado durante veintinueve años de mi vida que se fuera de mi casa y me dejara seguir sola mi camino. De hecho, se lo dije en varias ocasiones, pero él no creía que yo hablaba en serio. Y seguía allí, porque pensaba que yo nunca sería capaz de vivir lejos de él. Ya no había relación de pareja, pero se obstinaba en pensar que la vida nos había unido para siempre. Yo también lo había pensado durante mucho tiempo. Pero eso ya no tenía sentido. Él flirteaba con otras mujeres y me contaba sus hazañas para darme celos y sé que sufría porque a mí ya no me dolían sus manipulaciones. Toda la vida me había manipulado. No le odio. Fue demasiado grande mi amor.
Yo estaba terminando mis estudios de shiatsu. Ya llevaba varios años practicando y tenía clientes que confiaban en mí. Yo me sentía profesionalmente realizada y quería dedicar mi vida a ser útil a los demás con mis terapias.
Comencé a salir con otro hombre que también había vivido una separación, que tenía hijos de la edad de mis hijos mayores y que deseaba tener una compañera que le comprendiera, que le valorara y que le diera cariño. Los dos arrastrábamos experiencias en las que habíamos cometido algunos errores y estábamos dispuestos a volver a intentar la convivencia sin repetir esos viejos errores. Yo deseaba un hombre que no me pusiera impedimentos para seguir aprendiendo y desarrollando mis terapias, que me valorara como yo a él y que caminara a mi lado, no delante de mí. 
Eso es lo que deseo de un hombre, de un compañero. 
Y dejé mi vida pasada atrás y me lancé a una nueva relación. Mi hijo pequeño aceptó que yo tuviera una nueva pareja e ir a vivir con él. Yo le dejé claro que su padre siempre sería su padre y que quería que tuviera contacto con él a menudo. Y así ha sido durante todos estos años. Así que todo estaba bien y la vida tenía un nuevo sentido.
Pero tengo un defecto que no he sabido corregir. Quizás, por la fuerza de la costumbre. Tantos años dejándome proteger y dirigir, son demasiados para mostrar mis decisiones de una forma asertiva y tajante. Y él tampoco es tan moderno como desea ser. De una forma muy sutil me dio a entender que no le gustaba que ofreciera mis terapias a hombres. Estaba bien con mujeres, pero que yo pusiera mis manos sobre el cuerpo de otro hombre no podía aceptarlo. 
Nuestra relación personal y sentimental ha sido buena durante estos años. Nos queremos y hemos pasado momentos bonitos y felices juntos. Nuestros abrazos y nuestra complicidad nos unen y nos reconfortamos el uno al otro.
La situación económica no ha sido nunca buena, más bien pésima. Aunque siempre hemos salido adelante. Tanto para él como para mí, la vida y la economía tenían que comenzar de cero y eso es bastante difícil cuando tienes cierta edad.
Él intentaba crear ingresos a través de las nuevas tecnologías. Llevaba ya tiempo investigando en el teletrabajo, ya que un accidente le había hecho cerrar su antigua empresa. Se le daba bien el mundo virtual. A mi me gustaba la informática y aprendí a teletrabajar también, aunque con pocos éxitos.
Dejé mi barrio, mi pequeño local donde daba sesiones de shiatsu y me fui quedando sin clientes. También dejé de ir a las clases, porque no tenía ingresos propios y porque sabía que a él no le hacía mucha gracia. Tampoco hacía cursos nuevos para completar mi formación, porque estos se suelen hacer en fines de semana y los fines de semana se habían convertido en sagrados para compartir con mi compañero.  
Decidí vender la casa donde había vivido hasta entonces, que mis padres compraron para mí y mis hijos y me quedé solo con una parte del dinero (el resto fue para mis padres) para comprar una nueva casa, donde vivir mi nueva vida y que fuera también en el futuro para mis hijos. 
Como nuestra situación económica no era buena en ese momento, parte del dinero se fue, en comer y seguir viviendo. 
Dimos una entrada para una casita adosada que aun estaba en construcción.
Encontré un trabajo como teleoperadora, que me hacía volver a casa cada noche estresada, pero feliz porque al menos, tenía trabajo.
Y un día decidí cumplir un sueño que me rondaba por la cabeza que era invertir un poco de ese dinero en un  nuevo centro de terapias, donde mi compañero también pudiera poner su creatividad de alguna manera y llevar un proyecto juntos. Mientras yo seguía yendo cada día a mi trabajo, él preparaba el local para nuestro futuro negocio. Hubiera querido poner yo más de mí misma, mi energía personal, en aquel lugar que iba a ser  la realización de mi sueño.
Dejé mi trabajo cuando ya estuvo todo listo, y le dedique mi vida al nuevo proyecto. Pero nunca lo sentí mio del todo. No era un centro de terapias. Lo llamé Centro Natural y en él se servían tés y otros platos de mi creación. Siempre me gustó la cocina. Se vendían productos naturales y se ofrecían terapias.
Pero nunca hubo terapias. La zona dedicada a las terapias nunca se terminó... Y aunque había un espacio donde se podían practicar, éste no era lo suficientemente íntimo para ello y nunca pude darle el ambiente que necesitaba. Mi compañero trabajaba en el ordenador en un rincón del local separado con un biombo y, a veces, me ayudaba si había mucha gente.
Era un local grande, donde no se permitía fumar, la decoración era agradable, y se respiraba paz. Era un lugar especial, y aunque no llegó a ser lo que yo deseaba, sí me hizo muy feliz trabajar en él. Pero no dio resultado y hubo que cerrar. Fue una gran decepción para mí. 
En ese tiempo, mi compañero había comenzado un invento tecnológico, ya que sus conocimientos en tecnología eran importantes y ya en otras ocasiones había lanzado al mercado alguno de sus inventos. 
Nos entregaron la casa nueva. Otro gran sueño hecho realidad. Ahora había que seguir pagando. Se habían entregado varias sumas de dinero y ahora teníamos la oportunidad de tener un alquiler con opción a compra. El invento de mi compañero estaba funcionando y durante año y medio pudimos pagar el alquiler, sin problemas. 
Pero las cosas se volvieron a torcer. (Continuará)


No hay comentarios:

Publicar un comentario